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 Los tonos ocres invaden el paisaje de la Ribera y las chimeneas de los establecimientos se encienden para recibir con su calor a los visitantes

Cualquier época del año es buena para dejarse llevar por los atractivos de la Ruta del Vino Ribera del Duero, pero está claro que el otoño aporta ese toque especial que convierte un viaje atractivo en una experiencia inolvidable. Es ahora cuando los pueblos de la zona reciben al viajero con ese característico olor a leña quemada y los restaurantes se transforman en ?templos? de los guisos caseros y la micología.
Y es que, durante estos días, son habituales las jornadas gastronómicas de caza y setas en muchos de los establecimientos de la Ruta. Uno de ellos, el Asador Restaurante Molino de Palacios (Peñafiel, Valladolid) lleva ya siete años celebrando este tipo de jornadas, confeccionando platos exquisitos y originales cuyos ingredientes principales proceden de la micología y los productos cinegéticos.
El Lagar de Isilla (Aranda de Duero, Burgos), por su parte, propone un fin de semana que combina una noche de alojamiento con una visita a sus bodegas y una degustación de su tradicional Menú Buscasetas. 
Todo ello, complementado con una visita guiada al Monasterio de Santa María de La Vid.
Ya en tierras sorianas, el Hotel Rivera del Duero (San Esteban de Gormaz, Soria), constituye otro de los clásicos de la Ruta en cuanto a gastronomía micológica.
De hecho, su comedor está catalogado como ?Restaurante Micológico? y de sus fogones salen auténticas obras de arte culinarias, siempre acompañadas en la mesa por los mejores vinos de la D.O. Ribera del Duero.
 
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Publicado en: Provincia
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