Los que tenemos unos años, no muchos pero alguno, nos acordamos de algunas estampas curiosas que han caido en el olvido. No hace mucho, los chamarileros que arreglaban paraguas y cazuelas montados en sus carretas o bicicletas, eran una imagen más o menos habitual en las calles de pueblo y ciudades. Hoy esa estampa había quedado para el recuerdo. Pero los tiempos aprietan y parece que se retoman oficios que parecían extinguidos. Esta mañana, un afilador recorría las calles de Burgos, concretamente, tenía su ?"taller" aparcado en la fachada de Correos, y ofrecía sus servicios a golpe del sonido tan peculiar de la "armónica" que la mayoría reconocemos. El gallego, su acento le delataba, se ofrecía para afilar cuchillos y tijeras. Alguno de los más pequeños que pasaban por el lugar le miraba como quién mira un objeto curioso, porque aunque algunos lo conozcamos, la bici se las trae.
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