Ignacio del Río ha fallecido en la mañana de hoy. Las luces, los colores, los trazos de este genial y peculiar artista se han apagado en unos días cambiantes dentro de un verano caluroso. Parece que el tiempo lo sospechaba y se ha puesto triste para despedirle.
En una entrevista colgada en esta web, se definía como “un observador al que le gusta más vivir artísticamente que hacer arte” y esa fue la filosofía de su vida.
El funeral será mañana a las 18:00h en el Tanatorio de San José.
El genio inconformista de Ignacio del Río se ha ido. Se han apagado sus marinas, se han marchitado sus flores y sus gallos han dejado de pelear para rendir un homenaje a uno de los genios del arte burgalés. Sus gallos, armados con espuelas y de colores vibrantes, las marinas con los veleros siempre en calma, los jarrones de amapolas, tulipanes o retama, las plazas con y sin toros y los paisajes nevados o en primavera. Ignacio era todo color, trazos fuertes, con genio. Se ha ido para dejar un gran vacío en los que le conocíamos, en los amantes del arte, en todos aquellos que disfrutaban con él de un buen vino. Ignacio ha vivido cuándo, dónde, cómo y con quién ha querido sus 79 años de vida intensa, muy intensa y viajada. Una vez me enseñó un autorretrato que hizo cuando tenía 17 años, “volvía de trabajar, me ponía el traje y me dibujaba”. Con talento se nace, e Ignacio tenía talento de nacimiento.
Dibujante, ilustrador, pintor, sus dibujos fueron protagonistas de anuncios de publicidad, y la imagen con un gallo de David Palacín, una de las protagonistas de las aspiraciones de Burgos a ser capital de la cultura en 2016.
En 1950 al terminar los estudios primarios comenzó a trabajar como telefonista y más tarde como aprendiz de delineante. Mientras trabajaba, por las noches acudía a dos academias de dibujo que por entonces existían en la ciudad, la del Espolón y la de Sindicatos. Su maestro Rigoberto Arce sabía que tenía muchas cualidades y adoraba su trabajo. Con 14 años comienza su carrera artística. Sus obras han sido expuestas en Lyon, Poitiers, Jamaica, Holanda, Atenas, Heraklion (Grecia), Creta (Grecia), San Francisco, Los Ángeles, Montreal, Venezuela, Casablanca, Burdeos, Suiza, Barcelona, Madrid, Bilbao, Mallorca, Sevilla, Santander, Burgos y Valladolid. Sus obras se encuentran en numerosos museos, fundaciones, empresas y colecciones privadas por todo el mundo.
Con 17 años llegó a París, ciudad que le deslumbró entonces y le ha seguido deslumbrando. Allí conoció a Rafael Alberti, María Teresa León y a la viuda de Miguel Ángel Asturias. Hizo amistad con Pablo Picasso, con quien trabajó en la Exposición Colectiva de Pintores Españoles en París en homenaje a Antonio Machado.
Pero la Ciudad de la Luz se le quedó también pequeña y sintió la necesidad de viajar, de conocer mundo, por lo que decidió irse a vivir a América. Y tras muchos periplos por el mundo, la tierra tira y la vuelta a Burgos era inevitable. En 1968 volvía de nuevo aunque no renunciaba a algunos viajes, por trabajo y por placer.
Una de las citas habituales desde 1990 era la exposición que cada año, a finales de noviembre y como prólogo a la navidad, realizaba en el Arco de Santa María, con sorpresas, porque a pesar de algunos cuadros predecibles, siempre había alguna novedad.
Han sido innumerables los premios, reconocimientos y exposiciones que han jalonado la vida de Ignacio del Río, una vida para algunos corta, pero muy fructífera. A partir de ahora, tendremos que mirar al cielo, porque el mar y los gallos subirán a las nubes que seguro se vuelven de colores.
IGNACIO DEL RÍO: “SOY UN OBSERVADOR AL QUE LE GUSTA MÁS VIVIR ARTÍSTICAMENTE QUE HACER ARTE”
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