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 Nuño Alegre Ballesteros, de nueve años de edad, cumplía, como cada 28 de diciembre, con una tradición arraigada en la capital burgalesa. El obispillo recorría las calles de la ciudad a lomos de un caballo blanco, y era recibido por el alcalde de Burgos, Javier Lacalle. Nuño se sentía cómodo en su cargo, además de arropado por sus compañeros, los “Pueri Cantores”, que ofrecían algunas interpretaciones a los asistentes. El obispillo recibía también la enhorabuena de su “homólogo”, Francisco Gil Hellín, aunque Nuño confesaba que “prefiere ser obispillo”.

La fiesta del obispillo es una antigua tradición navideña que se remonta a la Edad Media, y consiste en la investidura de uno de los niños de la escolanía de la catedral como máxima autoridad. La tradición se perdió al desaparecer la escolanía, pero se recuperó en 1998. 

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Publicado en: Burgos
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